jueves, 2 de febrero de 2012

El miedo a envejecer.



“Nada nos hace envejecer con más rapidez que el pensar incesantemente en que nos hacemos viejos.”
(George Christoph)

Con facilidad solemos escuchar a familiares, amigos o aún nosotros mismos frases sobre el miedo a envejecer.

No es necesariamente un miedo desmedido como lo implica tener Gerascofobia, pero sí, nos desalienta entrar en esa etapa llena de mitos y leyendas que evocan incapacidades físicas, senilidad, soledad, pérdida de memoria, vida sexual insatisfactoria y por supuesto, la muerte.

Envejecer es el curso normal de la vida y la implicación positiva o negativa de ésta es causada directamente por la actitud con la que nos enfrentemos a ella. Mientras que para algunas personas entrar en este ciclo de vida conlleva a la frustración, miedo e inseguridad, o la firme creencia que los demás están ahí para hacerse cargo de ellas; para otras personas es una liberación de complejos que han venido arrastrando durante toda la vida porque para entonces las personas han adquirido experiencias que le dan una perspectiva diferente de su propia vida.

Llegar a la tercera edad implica cambios físicos, sociales y psicológicos. Algunas pautas cotidianas requerirán hacer una modificación en la rutina, como hacer más ejercicio, comer más saludable, evitar el alcohol y los cigarros. Cosas que no son imposibles.

Nadie habla de las mejorías en la vida después de los 50. Las personas tienen más tiempo para salir y consentirse, los hijos requieren menos cuidados, la vida en pareja mejora, viven plenamente el “ahora” y menos el “ayer”.

Estadísticamente sólo el 12% de personas mayores de 70 años tiene pequeños olvidos o desorientación por causa de la vejez, el riesgo puede disminuirse si se ejercita el cerebro frecuentemente por medio de la lectura
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En cuanto a la vida sexual, a pesar de que existe una disminución en la respuesta a los estímulos, gracias a la evolución de los fármacos, ahora hay maneras de corregirlo fácilmente.

Usar bastón, aparatos auditivos o similares no es sinónimo de enfermedad, las personas jóvenes también enferman y gravemente. Es más, ser joven no asegura la vitalidad y menos en las regiones en las que las muertes violentas se han convertido en muertes naturales.

El esfuerzo físico requerido para realizar algunas actividades se disminuye en la medida que se tenga una rutina constante de ejercicios.

Los ancianos también cambian, aprenden y son inteligentes. La soledad depende de la manera en que trates a tus amigos y familiares. No hay razón para que no te acompañen en el futuro si no lo has provocado.

Nunca es tarde para preguntarte si estás donde quieres estar, con las personas con las que quieres estar y haz realizado todo lo que quisiste hacer.

Lo más importante es entender que no existe la piedra filosofal y el elixir de la vida y que envejecer no es tan malo como parece.