
Entre nosotros, como en todo el mundo, la violencia contra la mujer tiene su origen en la prevalencia de la mayor fuerza física del varón y la imposición de la misma como principio de autoridad. Querer imponerse sobre la mujer es sólo una manifestación fuerza bruta. En otras palabras, el acto más animal y menos humano que puede hacer la persona. Esta afirmación sería incomprendida hace años, porque la humanidad se movió, durante demasiado tiempo, apoyándose en la fuerza bruta.


En nuestro país, aunque ha habido importantes avances, gracias a la lucha de las mujeres, todavía queda un largo recorrido para llegar al pleno reconocimiento de la igualdad con el varón. A pesar de mejoras sustanciales en la legislación continúa habiendo mal trato en el hogar. Hace aproximadamente diez años la mitad de las mujeres decían todavía, en una encuesta de la UCA, que en la violencia intrafamiliar nadie de fuera debería meterse. Las violaciones de niñas menores se dan especialmente en el seno del hogar y provienen con demasiada frecuencia de parientes. El feminicidio ha venido ascendiendo gravísimamente en El Salvador, cuadriplicándose en número en relativamente pocos años. Las denuncias de violencia y acoso contra la mujer fueron 650 en 2004, pero han pasado a más de 1300 en lo que va de este año.

Simplemente se opusieron, en vez ofrecer caminos para superar los inconvenientes que ellos supuestamente percibían en la decisión gubernamental. Olvidando que las trabajadoras del hogar sufren con frecuencia, no sólo en El Salvador, pero también en nuestro país, una forma moderna de esclavitud. Dicho esto último por una representante de las Naciones Unidas especializada en los derechos de la mujer. Si quienes tienen el liderazgo económico de este país quieren que se les respete, tienen que trabajar más por tener al mismo tiempo liderazgo moral.
Y de momento no lo tienen.
Un estudio reciente del PNUD afirmaba que la mujer salvadoreña trabaja como promedio una hora más que los hombres. En ese mismo informe el valor económico del trabajo doméstico no remunerado de año 2005 se calculaba en 5436 millones de dólares. De ese trabajo el 86% correspondía al trabajo femenino y sólo el 14% a los hombres. La mujer salvadoreña es enormemente productiva, pero carece de prestaciones adecuadas en el campo de la salud materna y su trabajo no queda reflejado en la pensión que recibirá, si la recibe, cuando llegue a la tercera edad. ¿Es justo que aún encima sufra violencia por el simple hecho de ser mujer?
Y todavía más, cambios estrictamente necesarios para poder hablar de justicia.
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:: José M. Tojeira
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