sábado, 17 de septiembre de 2011

No nos dicen la verdad sobre Libia

La mayoría de nosotros tenemos un cierto sentimiento de que no nos dan las verdaderas razones para la guerra en Libia.



La reacción instintiva de David Cameron ante las revoluciones árabes fue saltar a un avión y visitar los palacios de los dictadores de la región para venderles armas represivas de la máxima tecnología disponible. La reacción instintiva de Nicolas Sarkozy ante las revoluciones árabes fue ofrecer ayuda urgente al tirano tunecino para aplastar a su pueblo. La reacción instintiva de Barack Obama ante las revoluciones árabes fue negarse a reducir los miles de millones de dólares en ayuda que iban a Hosni Mubarak y a su asesina policía secreta, y que su vicepresidente declarara: “No me refería a él como dictador”.

No hablo de un pasado lejano. Sólo hace unos meses. Y sin embargo ahora nos dicen que ellos se han convertido en el brazo armado de Amnistía Internacional. Bombardean Libia porque no pueden tolerar que gente inocente sea tiranizada por los tiranos a quienes armaron y financiaron durante años. Como dijo Obama: “Algunas naciones podrán hacer la vista gorda ante atrocidades en otros países. EE.UU. es diferente.” Hubo un tiempo, hace una década, en el que yo mismo tomé en serio esa retórica. Pero ahora no puedo, porque he analizado demasiado las verdaderas acciones tras esas palabras acarameladas.

La mejor guía a través de esta confusión es considerar las otras dos guerras en las que está profundamente involucrado nuestro gobierno, porque muestran que las afirmaciones que se han hecho para esta campaña de bombardeo no pueden ser verídicas.

Imaginad que un dirigente lejano hubiera matado a más de 2.000 personas inocentes, y que sus comandantes militares reaccionaran ante la evidencia de que se trataba de civiles, bromeando que “no formaban parte del club coral de hombres”. Imaginad que uno de los inocentes sobrevivientes apareciera en la televisión, entre trozos de los cuerpos de su hijo y su hermano y rogara: “Por favor. Somos seres humanos. Ayudadnos. No permitáis que hagan esto.” Imaginad que los sondeos en el país atacado mostraran que el 90% de la población dijo que los civiles son las principales víctimas y que quieren desesperadamente que no continúe. Imaginad que entonces hubiera una inmensa inundación natural y que el dirigente lejano reaccionara aumentando los ataques. Imaginad que las voces democráticas y liberales más respetadas del país advirtieran de que esos ataques podrían causar la transferencia de material nuclear a grupos yihadistas.

Seguramente, si dijéramos en serio lo que decimos sobre Libia, ¿haríamos todo lo posible por detener una conducta semejante? ¿No estaríamos imponiendo una zona de exclusión aérea, o incluso invadiendo?

Sin embargo, en este caso, tendríamos que imponer una zona de exclusión aérea sobre nuestros propios gobiernos. Desde 2004, EE.UU. –con apoyo europeo– ha estado enviando aviones no tripulados teledirigidos a Pakistán para bombardear ilegalmente su territorio, precisamente de esa manera. Barak Obama ha intensificado masivamente esa política.

Su gobierno afirma que está matando a al-Qaida. Pero hay varios defectos en este argumento. La información de inteligencia que guía sus bombas sobre quién es realmente un yihadista es tan mala que, durante seis meses, realizaron negociaciones de alto nivel con un sujeto que afirmaba que era jefe de los talibanes –con el único resultado de que posteriormente admitió que era un tendero paquistaní cualquiera que no sabía nada sobre la organización. Sólo quería un poco de bakhshish [soborno]. Los propios antiguos altos asesores militares de EE.UU. admiten que cuando la inteligencia es exacta por cada yihadista que matan mueren hasta cincuenta personas inocentes. Y casi todo el mundo en Pakistán cree que en realidad estos ataques están aumentando la cantidad de yihadistas, al hacer que los jóvenes se enfurezcan tanto por el asesinato de sus familias que hacen fila para alistarse.

El principal científico nuclear del país, el profesor Pervez Hoodbhoy, me informa de que la situación es aún más peligrosa. Dice que hay un peligro importante de que estos ataques propaguen tanta ira y odio por el país que aumenten materialmente las probabilidades de que la gente que protege las armas nucleares del país transfiera clandestinamente ese material a grupos yihadistas.

Por lo tanto, una de las mejores escritoras y activistas del país, Fatima Bhutto, me dice: “En Pakistán, cuando escuchamos la retórica de Obama sobre Libia, sólo podemos reír. Si estuviera preocupado por la matanza injustificada de civiles inocentes, podría dar un primer paso fácil, dejar de hacerlo él mismo en mi país.”

La guerra en el Congo es la guerra más mortífera desde que Adolf Hitler marchó por Europa. Cuando informé al respecto vi las peores cosas que se podían conceber: ejércitos de niños drogados y mutilados, mujeres que habían sido violadas en grupo y a las que habían disparado a la vagina. Más de cinco millones de personas han sido eliminadas hasta ahora, y la pista de sangre conduce directamente a tu teléfono celular y el mío.

La principal investigación de la guerra de la ONU explica cómo sucedió. Dijeron simplemente y basándose en los hechos que “ejércitos de los negocios” habían invadido el Congo para saquear sus recursos y venderlos a un Occidente cómplice. El botín más valioso es el coltán, que se utiliza para producir nuestros teléfonos celulares, consolas de juego y notebooks. Los “ejércitos de los negocios” combatieron y mataron por el control de las minas y para enviárnoslo a nosotros. La ONU enumeró todas las principales corporaciones occidentales responsables, y dijo que si las detuvieran, terminaría gran parte de la guerra.

El año pasado, después de una década, EE.UU. aprobó finalmente legislación que supuestamente debía encarar esto, por lo menos en teoría. Como explico en el próximo programa 4Thought de Radio 4 de la BBC, contiene un sistema enteramente voluntario para rastrear quiénes compran coltán y otros minerales conflictivos de los asesinos en masa y así impulsan la guerra. (Hay muchos otros sitios en los que podemos conseguir coltán, pero es un poco más costoso). Se solicita al Departamento de Estado que establezca algún tipo de castigo para los transgresores, y tenía 140 días para hacerlo.

Ahora el plazo ha pasado. ¿Cuál es el castigo? Resulta que el Departamento de Estado no tuvo ni el tiempo ni la inclinación de redactar algo. Tal vez estaba demasiado ocupado preparando los bombardeos de Libia, porque –obviamente– no puede tolerar la matanza de gente inocente. (Gran Bretaña y otros países europeos han hecho exactamente lo mismo). Hubo una oportunidad de detener la peor violencia contra civiles en el mundo, que no necesitaba bombas, o violencia por nuestra parte. Si la retórica sobre Libia fuera sincera, el asunto era obvio. Sólo habría costado un poco de dinero a unas pocas corporaciones, y se negaron a hacerlo. Y así continúa la peor guerra desde 1945.

Y de todo eso no se habla. Al contrario, cuando el gobierno congolés nacionalizó recientemente una mina de propiedad de corporaciones estadounidenses y británicas, hubo un estallido de furia en la prensa. Podéis matar a cinco millones de personas y apartarán cortésmente la mirada; pero quitad propiedad a los ricos y nos enfureceremos de veras.

¿No hace ver de otra manera el debate sobre Libia? Cada día los medios nos presionan para que veamos los abusos (usualmente muy reales) de los enemigos de nuestro país y preguntan: “¿Qué podemos hacer?” Casi nunca nos impulsan a considerar los abusos igualmente reales e igualmente inmensos cometidos por nuestro propio país, sus aliados y sus corporaciones –sobre las que tenemos mucho más control– y a que formulemos la misma pregunta.

Así manipulan el impulso bueno y decente de la gente de a pie, proteger a otros seres humanos. Si solo te interesan los derechos humanos cuando te cuentan una historia reconfortante sobre el poder de tu país, no estás realmente interesado en los derechos humanos en absoluto.

David Cameron dice: “solo porque no podemos intervenir en todas partes, no significa que no debamos intervenir en algún sitio”. Pero no entiende lo esencial. Mientras “nosotros” intervenimos para causar daños horribles a civiles en gran parte del mundo, es simplemente falso afirmar que lo hacemos impulsados por un deseo de impedir que otros se comporten de un modo muy parecido al nuestro.

Se podría argumentar que obviamente nuestros gobiernos no son impulsados por preocupaciones humanitarias, pero que su intervención en Libia impidió una masacre en Bengasi, de modo que deberíamos apoyarla en todo caso. Comprendo ese argumento, que han presentado algunas personas que admiro, y lidié con él. Es un argumento de que deberíamos, en efecto, montarnos en la bestia del poder de la OTAN si mata a otras bestias que están a punto de comerse a gente inocente. Fue el argumento que hice en 2003 sobre Iraq, que el gobierno de Bush tenía motivos malignos, pero que tendría el efecto positivo de derribar a un horrible dictador, de modo que debíamos apoyarlo. Pienso que casi todos pueden ver ahora por qué fue un argumento, a fin de cuentas, desastroso.

¿Por qué? Porque cualquier ventaja humanitaria coincidente a corto plazo será eclipsada en cuanto la población local choque con la verdadera razón de la guerra. Entonces nuestros gobiernos respaldarán su nueva cruenta represión, como hicieron EE.UU. y Gran Bretaña en Iraq, con una política de aprobación efectiva de la reanudación de la tortura cuando a la población se le subieron los humos y objetó a la ocupación.

¿Entonces por qué están bombardeando realmente a Libia nuestros gobiernos? No lo sabremos con seguridad hasta que aparezcan los documentos desclasificados dentro de muchos años. Pero Bill Richardson, el ex secretario de energía de EE.UU. y entonces embajador de EE.UU. ante la ONU, probablemente tiene razón cuando dice: “Hay otro interés, y es la energía… Libia es uno de los diez principales productores de petróleo del mundo. Casi se puede decir que los precios de la gasolina en EE.UU. probablemente subieron por una detención de la producción de petróleo en Libia… De modo que no es un país insignificante, y pienso que nuestra participación está justificada.”

Por primera vez en más de sesenta años, el control occidental sobre los mayores pozos de petróleo del mundo se ha agitado debido a una serie de revoluciones que nuestros gobiernos no pudieron controlar. La explicación más plausible es que es una manera de reafirmar el puro control occidental, y un intento de organizar el resultado a nuestro favor. Pero si todavía estáis convencidos de que nuestros gobiernos actúan por razones humanitarias, tengo un pasaje ida y vuelta en avión para que vayáis a ver algunos escombros en Pakistán y el Congo, les encantaría escuchar vuestros argumentos.

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Johann Hari
http://www.informationclearinghouse.info/article27842.htm
Johann Hari es columnista del Independent de Londres. Ha informado desde Iraq, Israel/Palestina, el Congo, la República Central Africana, Venezuela, Perú y EE.UU., y sus artículos han aparecido en publicaciones en todo el mundo, incluido el New York Times y Los Angeles Times. En 2007, Amnistía Internacional lo nombró Periodista del Año. En 2008 fue la persona más joven en ganar el principal premio británico para escritura política, el Premio Orwell.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Incoherencias del 11-S

Canción que cuenta algunas de las incoherencias de la información ofrecida por el Gobierno de EEUU y los medios de comunicación, sobre los hechos que ocurrieron el 11 de Septiembre de 2001.

¿Y quién juzga a los gobernantes de Estados Unidos?

La Corte Suprema de Justicia protegió a los militares reclamados desde España por el asesinato de seis Sacerdotes Jesuítas originarios de ese país. Entonces, la justicia está pendiente para esos militares, porque son culpables. Pero también se tiene que juzgar a sus amos de entonces, los gobernantes de Estados Unidos.


La guerra y la intervención de Estados Unidos
El 15 de octubre de 1979 fue derrocado el General Carlos Humberto Romero, quien había llegado a la presidencia en 1977 mediante un fraude electoral. A este General lo destronó una Junta de Gobierno que quiso hacer algunos cambios a favor del pueblo, pero en enero de 1980 fue sustituida por otra Junta. Esta nueva Junta estaba integrada por elementos del sector más conservador de la Fuerza Armada, al servicio del gobierno de Estados Unidos, que le dio ese año 64.5 millones de dólares en ayuda económica y militar para que gobernara y reprimiera al pueblo.

Como la Junta de Gobierno y los escuadrones de la muerte dirigidos por el fundador del partido ARENA, Roberto d'Aubuisson, arreciaron la represión contra el pueblo, cinco organizaciones revolucionarias fundaron el FMLN y se defendieron de las atrocidades lanzando una ofensiva militar en enero de 1981. Así, se inició una guerra que duró 11 años.

En 1981, el gobierno de Estados Unidos le inyectó otros 149.5 millones de dólares a la Junta de Gobierno, más del doble del año anterior. En los años siguientes, el apoyo norteamericano a la Junta fue creciendo. Entre 1980 y 1989 sumó 3 mil 740 millones; o sea, 374 millones por año1. Esto significó más de un millón de dólares diarios.

Para que la Fuerza Armada pudiera combatir al FMLN, el gobierno de Estados Unidos le impuso una estrategia militar, le dio aviones, helicópteros y unidades navales y le creó decenas de batallones de cazadores y cinco batallones élite, entre ellos el Atlacatl, responsable de grandes matanzas de población civil y del asesinato de los jesuitas y sus dos empleadas. Los batallones élite fueron entrenados en la Escuela de las Américas, que operaba en Panamá bajo el control del Departamento de Defensa de Estados Unidos.

¿Quién es más criminal? ¿El cuchillo o la mano que lo empuja?
Si el gobierno de Estados Unidos no hubiera financiado a los gobiernos represivos, y sobre todo a los militares que asesinaron al pueblo, la guerra no hubiera durado 11 años ni causado la muerte de 75,000 personas, el desaparecimiento de 8,000 más, decenas de miles de heridos, discapacitados, huérfanos y huérfanas y comunidades enteras desplazadas o exiliadas. Por eso, los presidentes de Estados Unidos de los años de la guerra, los congresistas y los altos jefes militares de ese país, también son responsables de los crímenes en nuestra tierra.

Algún día el pueblo pondrá en el banquillo de los acusados a todos los que masacraron a la población, tanto a los autores materiales como a quienes idearon las estrategias de represión y guerra, dieron las armas, dirigieron los combates y ordenaron los crímenes: los gobernantes de Estados Unidos.

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http://www.equipomaiz.org.sv/PaginaCentro.html
1. Lungo Ucles, Mario. El Salvador en los 80: contrainsurgencia y revolución. Año 1991

jueves, 8 de septiembre de 2011

Jamás menosprecies a los Salvadoreños

Los jugadores y los seguidores italianos abordaban con enormes expectativas el encuentro de cuartos de final contra El Salvador. Así que tanto más hondo fue el disgusto por la derrota. Mientras los asistentes en las gradas se echaban las manos a la cara perplejos, los futbolistas se desplomaban sobre la arena y algunos hasta dejaban correr las lágrimas.


Los sueños de gloria de Italia en la Copa Mundial de Beach Soccer de la FIFA Rávena 2011 se han disipado de repente. Los Azzurri capitularon en el dramático duelo de cuartos de final ante el equipo revelación de El Salvador. En los otros partidos de la jornada, es verdad que se impusieron los favoritos, pero con muchos más apuros de lo esperado.

Sumamente dramático fue asimismo el enfrentamiento entre Italia y El Salvador. En un partido vibrante en el que no escasearon las ocasiones de gol y los cambios constantes de dueño en el marcador, el cuadro anfitrión consiguió igualar la contienda en los últimos instantes y forzar la prórroga. Pero allá los centroamericanos dictaron sentencia: el desequilibrante Frank Velásquez anotó el gol de la victoria de los suyos y enseñó a los italianos el camino de la amargura.


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es.fifa.com

Pequeña trampa


lunes, 5 de septiembre de 2011

Un cambio real en el Sistema de Transporte Público

¿Quien decide como debe funcionar el Sistema de Transporte Público, los empresarios o el Gobierno? Este sistema requiere un cambio radical que no debe limitarse a la imposición de multas o a paros que afectan más a la población que al Gobierno... ¿Por donde comenzar?


1. ¿Quien ejerce la Autoridad?
Durante años, el Órgano Ejecutivo desarrolló una autoridad mediocre, basada en aceptar todo tipo de chantajes, accediendo a las peticiones que los empresarios del Transporte Público imponían sin que éstos ofrecieran una contraprestación de utilidad Pública.

Las reglas siempre han estado en la la Ley, el problema ha radicado que simples lineamientos que los transportistas debían respetar fueron quebrantadas una por una. El Estado adquirió una actitud pasiva, perdonando multas, accediendo a paros, y entregando subsidios sin velar el cumplimiento de condiciones a los transportistas.

No es necesario establecer nuevas normas para el funcionamiento del Transporte Público, porque ya existe una Ley y un Reglamento para esto, lo que se requiere es un estricto cumplimiento a través de una Educación en el Sistema de Transporte, la cual erróneamente se ha reducido a la simple tarea de imponer multas.

2. El Transporte Público es un servicio de utilidad pública no un negocio.
Se ha dejado a un lado el hecho de que el Transporte Público tiene como objetivo movilizar a la población, ofreciéndole un servicio "útil" y "digno". Al contrario, tenemos un servicio basado en un negocio: Los empresarios confían sus unidades a cualquier motorista, tengan o no tengan documentos de tránsito en regla, para que estos cobren el pasaje y llevar el vehículo de un punto a otro, en un horario asignado por el empresario, con el medio de transporte en condiciones deplorables...

3. Educación en el Transporte Público
La carnetización a los motoristas es un importante inicio para asegurar un servicio apropiado del Servicio, pero a esto debe añadirse, educación a las empresas y Cooperativas que operan el sistema y luego a los Usuarios que hagan respetar las normas al Transporte, como ejemplo el respeto de las paradas autorizadas y las normas básicas dentro de las unidades de transporte.

Un importante avance, es que a los usuarios se nos facilitará denunciar cualquier abuso de un conductor autorizado, ya que cada unidad debe portar en una parte visible los datos personales del conductor.

El sistema de Transporte requiere un cambio real y radical, y el Estado está asumiendo los primeros pasos necesarios para realizarlo. Autoridad, Utilidad Pública y Educación son la clave para que el Transporte Público funcione en beneficio de todos.