En el día de la Tierra hago una pausa en el ir y venir de lo cotidiano para hacer un poco de conciencia de algo q escuchamos a menudo pero que a pesar de eso la enajenación no nos permite muchas veces, darnos cuenta de la magnitud del problema que hemos creado y alimentado día con día a través de nuestra “historia de desarrollo”.
Contemplar la degradación de la naturaleza de una manera formal y no sensacionalista resulta casi imposible. La Tierra clama ante la condición que genera este sistema que le apuesta a una cultura de muerte, a rebajar la vida en todos sus aspectos, no solo ya a la vida humana sino también a la naturaleza que es un pilar necesario asegurar de alguna manera una vivir al menos con lo básico, vivir en condiciones mínimas de dignidad.
Este irrespeto por la vida nos obliga a mirar de frente ante el panorama que se nos presenta y mirar al horizonte para comenzar con una verdadera conversión en nuestra actitud para poder asegurar algo precioso a las generaciones futuras. Es ahora que la Tierra grita y se une al clamor del pueblo más pisoteado y oprimido, es un grito inaudible pero de tal impacto que se hace notar cada vez con mayor facilidad en los fenómenos naturales que al fin y al cabo de naturales no tienen nada ya que son consecuencia del desorden y el trato indiscriminado del hombre hacia la Tierra. Cambio climático, efecto invernadero, inundaciones, sequías, escasez de alimentos.
La quema de combustibles y la deforestación son los abusos que más incrementan la cantidad de gases de efecto invernadero en la atmósfera, la atmósfera retiene más el calor y daña el equilibrio natural aumentando la temperatura de nuestro planeta [1].
El Savador es el segundo país con más emisiones de dióxido de carbono en Centroamérica.
Preocupa la insistencia por iniciar la minería verde en nuestro país y el uso indiscriminado de químicos en las cosechas.
El compromiso para construir el llamado Reino de Dios requiere que el ser humano este libre para poder liberar pero también toda la creación debe ser liberada para que el hombre alcance la plenitud de esta libertad.
Termino con unas palabras de Monseñor Romero: “Ustedes saben que está contaminado el aire, las aguas; todo cuanto tocamos y vivimos; y a pesar de esa naturaleza que la vamos corrompiendo cada vez más, y la necesitamos, no nos damos cuenta que hay un compromiso con Dios: de que esa naturaleza sea cuidada por el hombre. Talar un árbol, botar el agua cuando hay tanta escasez de agua; no tener cuidado con las chimeneas de los buses, envenenando nuestro ambiente con esos humos mefíticos; no tener cuidado donde se queman las basuras; todo eso es parte de la alianza con Dios. La consecuencia es muy útil, sobre todo cuando en El Salvador tenemos la tasa de población más densa. Cuidemos, queridos hermanos salvadoreños, por un sentido de religiosidad también, que no se siga empobreciendo y muriendo nuestra naturaleza.” (11/03/2010)
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:: Yami Flores
[1] La Prensa Gráfica (22-12-2009)
Contemplar la degradación de la naturaleza de una manera formal y no sensacionalista resulta casi imposible. La Tierra clama ante la condición que genera este sistema que le apuesta a una cultura de muerte, a rebajar la vida en todos sus aspectos, no solo ya a la vida humana sino también a la naturaleza que es un pilar necesario asegurar de alguna manera una vivir al menos con lo básico, vivir en condiciones mínimas de dignidad.
Este irrespeto por la vida nos obliga a mirar de frente ante el panorama que se nos presenta y mirar al horizonte para comenzar con una verdadera conversión en nuestra actitud para poder asegurar algo precioso a las generaciones futuras. Es ahora que la Tierra grita y se une al clamor del pueblo más pisoteado y oprimido, es un grito inaudible pero de tal impacto que se hace notar cada vez con mayor facilidad en los fenómenos naturales que al fin y al cabo de naturales no tienen nada ya que son consecuencia del desorden y el trato indiscriminado del hombre hacia la Tierra. Cambio climático, efecto invernadero, inundaciones, sequías, escasez de alimentos.
La quema de combustibles y la deforestación son los abusos que más incrementan la cantidad de gases de efecto invernadero en la atmósfera, la atmósfera retiene más el calor y daña el equilibrio natural aumentando la temperatura de nuestro planeta [1].
El Savador es el segundo país con más emisiones de dióxido de carbono en Centroamérica.
Preocupa la insistencia por iniciar la minería verde en nuestro país y el uso indiscriminado de químicos en las cosechas.
El compromiso para construir el llamado Reino de Dios requiere que el ser humano este libre para poder liberar pero también toda la creación debe ser liberada para que el hombre alcance la plenitud de esta libertad.
Termino con unas palabras de Monseñor Romero: “Ustedes saben que está contaminado el aire, las aguas; todo cuanto tocamos y vivimos; y a pesar de esa naturaleza que la vamos corrompiendo cada vez más, y la necesitamos, no nos damos cuenta que hay un compromiso con Dios: de que esa naturaleza sea cuidada por el hombre. Talar un árbol, botar el agua cuando hay tanta escasez de agua; no tener cuidado con las chimeneas de los buses, envenenando nuestro ambiente con esos humos mefíticos; no tener cuidado donde se queman las basuras; todo eso es parte de la alianza con Dios. La consecuencia es muy útil, sobre todo cuando en El Salvador tenemos la tasa de población más densa. Cuidemos, queridos hermanos salvadoreños, por un sentido de religiosidad también, que no se siga empobreciendo y muriendo nuestra naturaleza.” (11/03/2010)
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:: Yami Flores
[1] La Prensa Gráfica (22-12-2009)
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