
Y no es para menos. Evidentemente mientras haya ejército se le debe dar un presupuesto para que funcione con dignidad. El ideal es que Centroamérica fuera una zona desmilitarizada. Somos la zona más pobre de América Latina, con fronteras bien definidas, sin posibilidades de guerras entre nosotros y con unos retos de desarrollo muy fuertes. No necesitamos ejércitos. Pero mientras esto no se dé es lógico que la Fuerza Armada figure en el presupuesto. Sin embargo, en este momento de crisis económica, de amenazas contra la salud y necesidad de hacer grandes inversiones contra la pobreza, conseguir 150 millones para la Fuerza Armada no tiene sentido. Al contrario, sería una acción irresponsable.
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Evidentemente el nuevo Gobierno tendrá que llevarse bien con la Fuerza Armada. No tiene sentido entrar en contraposición. Pero debe al mismo tiempo ser firme en sus prioridades y coherente en su pensamiento. Y la Fuerza Armada, que siempre presume de obediente y no deliberante, deberá corresponder con fidelidad y comprensión al nuevo gobierno. Es lógico que las prioridades de inversión del nuevo gobierno se dirijan hacia los más pobres y no hacia instituciones que cuentan con una situación de relativo bienestar.
Será lógico que refuerce algunos aspectos militares, como el de la vigilancia contra el narcotráfico, pero no a través de presupuestos extraordinarios, sino a través de una planificación normal presupuestaria. Pero también será lógico que el nuevo Gobierno escuche muchas de las reivindicaciones de la sociedad civil que piden que la Fuerza Armada retire de los cuarteles nombres, reconocimientos, imágenes o monumentos de figuras simbólicas de la crueldad de la guerra, como el coronel Monterrosa y otros.
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La nueva ley de acceso a la información pública debe abrir la posibilidad de investigar los archivos militares a todos aquellos que buscan a sus parientes desaparecidos. Y la Fuerza Armada tiene que acostumbrarse a ver a los antiguos militares que violaron los derechos humanos no como miembros de la misma familia a los que hay que proteger, sino como personas que irrespetaron la Constitución cada vez que cometieron un crimen o ampararon a criminales. Ciertamente hubo durante la guerra militares que vistieron con honor su uniforme y no lo mancharon de sangre inocente. A esos puede honrar el Ejército si lo desea. Pero que honren a quienes aparecen en todos los informes de violaciones de Derechos Humanos es una vergüenza.
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:: José María Tojeira, 5 de mayo de 2009.
http://www.diariocolatino.com/es/20090505/opiniones/66461/
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