Desde noviembre de 2009, por mandato presidencial, la Fuerza Armada salió de sus cuarteles y se unió a la tarea de reforzar la seguridad pública en conjunto con la PNC, la misión: recuperar zonas donde las pandillas habían encontrado su mejor trinchera donde refugiarse. Prácticamente, territorios liberados por el fenómeno pandilleril.
En la mira se encontraban aquellas colonias que se caracterizaban por una anarquía sin fin. Son como islas dentro de El Salvador que se mueven bajo un régimen interno de normas, procedimientos y ajusticiamientos. Las reglas de estos territorios es simple: ver, oír y callar, la pandilla domina todo, tiene ojos en cada rincón de las comunidades.
Diario Co Latino, a dos meses de que se cumpla el plazo de la presencia militar en estos territorios, incursionó en dos colonias que son conocidas porque sus calles y estrechos pasajes son anales de historia delincuencial.
Cuánta maldad puede albergar estos asentamientos, que a simple vista solo se observan personas que deambulan de un lado a otro. Vendedores que descansan en las esquinas a la espera, expectante de un comprador. Nada fuera de lo normal, para quien no conoce cómo se opera en la comunidad Iberia, la primera colonia de este reportaje.
La voz de Lucas
La comunidad Iberia está ubicada en el área de San Salvador, comparte cercanía con el mercado de mayoreo La Tiendona, llegar a la Iberia no es complicado tiene 3 entradas de acceso vehicular de donde se puede acceder fácilmente.
Tiene una extensión de 1 km2 en el que conviven un aproximado de 8000 personas, de los cuales según datos de la Fuerza Tarea Marte el 25% es pandillera, otro 25% es familiar de ellos, mientras el otro 50% es solo un espectador de lo que sucede. En pocas palabras, los militares son conscientes que a diario patrullan en medio de un territorio donde la clica ILS de la MS-13 maneja, controla y conoce a la perfección.
Por lo menos, esa fue la primera impresión de Lucas, el militar que carga en sus espaldas la responsabilidad de repartir a 160 elementos en la Iberia y sus contornos. Él lleva la voz de mando, es el primero en saber sobre alguna “novedad”, como la llaman en su jerga los militares a toda alteración del orden que se convierta en amenaza a la población.
Su pequeño local de operaciones la ubica en una de las calles más transitadas de la Iberia, es una casa donada , apenas y tienen dos catres donde dormir, desde ahí empieza a dar sus primeras indicaciones para informar sobre lo que sucede a diario en La Iberia.
Habla como si estuviera destacado en esta comunidad desde hace muchos años y apenas tiene 2 meses de estar a cargo, conoce dónde viven o dónde se les puede encontrar a los pandilleros con más poder “aquí justamente a la par tenemos dos primos que son los palabreros de la clica ya los vamos ir a visitar ahí deben de estar”. Lo dice con tanta seguridad que la duda podría invadir a cualquiera, acerca si Lucas miente.
Pronto el misterio de la atrevida frase del jefe militar se convertirá en realidad. Al poco tiempo de comenzar el rutinario patrullaje, Lucas gira la primera instrucción.
- Andá deciles que salgan, que los quiero ver, le dice a un subalterno.
Y así fue, la voz de Lucas ordenó y así se cumplió. Dos jóvenes con ropa holgada y una cara de descontento se hicieron presente ante la mirada del oficial. No les agradan en lo más mínimo los uniformados, su presencia no le es grata, apenas y responden cuantos años tienen y su sobrenombre, les llaman el Mudo y el Humilde. Punto. No hay mucho que hablar, ellos no toleran la presencia militar ni los “interrogatorios”.
Lo curioso del encuentro con los primos pandilleros se esconde en una frase del humilde hacia Lucas “Hey, a las 3” le dice. Al consultársele al oficial qué es lo que significa eso, lo contesta con una sencillez inmutable “ellos tienen que informar cada vez que salen, tienen que decir adónde van y qué van ir hacer”.
El control que ejercen los militares sobre los miembros identificados de la clica ILS es constante, los visitan para corroborar que estén en sus casas y no estén cometiendo ilícitos, lo que causa un fuerte malestar entre los pandilleros.
— ¿Con este control que tienen quiere decir que ya no delinquen?
— No, es que ellos buscan otras formas de cómo hacer sus cosas, dice Lucas.
Sus métodos han cambiado, muy pocas veces se les verá caminando por las calles de la Iberia, las extorsiones aún se hacen, las efectúan a través de menores de edad que en su mayoría son niños que rondan los 12 años, lo que hace más complicado su detección.
En una ocasión detuvieron a un menor mientras recogía la “renta” los efectivos militares lo detuvieron, pero casi de manera simultánea los mismos habitantes de la Iberia mostraron su inconformidad y llamaron a la PNC alegando abusos hacia el menor de edad. Algunos no son pandilleros; sin embargo, al crecer junto a ellos muestran cierta simpatía y colaboran con ellos.
Las antenas de la Iberia
El patrullaje continúa y la próxima parada serán las casas “destroyer” tienen contabilizadas 35, la mayoría de ellas han sido recuperadas por el ejército y ahora son casas deshabitadas, donde apenas y se encuentra rastro de que en algún momento fueron tomadas por la pandilla.
La característica principal por la que fueron detectadas las casas “destroyer” es que se encontraban tapadas de las ventanas, con cartones u otro tipo de material que impedía la visibilidad al interior de la casa para que al momento de que los militares patrullarán les fuese imposible detectar movimiento en ellas.
Poco a poco fueron recuperando cada una de estas habitaciones y en la actualidad solo quedan marcas como los agujeros en el techo que todas conservan aún que significaba el escape perfecto cada vez que se veían acorralados por las autoridades.
“Ellos son bien ágiles y astutos, aparte que la misma gente les colabora y les avisa cada vez que andamos patrullando”, se lamenta Lucas.
No son todos los habitantes, los que informan a la pandilla son generalmente los mismos familiares o allegados a ellos. Pronto se entenderá porque en las calles de la Iberia, a pesar de que son las 10 de la mañana se aprecia un constante flujo de personas, otros están sentados en las afueras de su casa con la vista fija en el inicio de los pasajes de la comunidad.
El oficial al mando se detiene un momento en el recorrido, continúa revelando los detalles más inesperados y sorpresivos de la comunidad, explica algo que, hasta el momento, ha pasado por desapercibido por el equipo de Diario Co Latino.
¿Te has fijado que aquí toda la gente anda con un celular en la mano?
No
¿Por qué?
La mayoría son porque les están informando a los líderes los movimientos que hacemos.
Los llaman “antenas”, son los encargados de estar informando a la pandilla lo que sucede en el exterior, si hay algún visitante nuevo, el movimiento de los efectivos militares, si hay indicios de un operativo policial. Algunas “antenas” son niños, novias, amigos o familiares de pandilleros, no es casualidad que sus celulares no descansen en sus bolsillos, sino que sean el fiel acompañante de sus manos.
Las “antenas” pasan en constante movimiento, Lucas es un hombre que le gusta confirmar lo que revela. “Por ejemplo, esa muchacha que va de short ya es segunda vez que pasa, si te das cuenta no anda haciendo nada”, dice Lucas, mientras en su rostro se vislumbra una sonrisa de desilusión, un pequeño silencio ronda el ambiente, pronto lo interrumpe “ vamos, te voy a llevar a un lugar curioso”.
Los numerosos Lucas
No es una muralla, no es un enorme paredón. No. Es apenas un túmulo que divide la comunidad Iberia de la comunidad Concepción. Si se intentara buscar la diferencia entre ambas sería una tarea difícil. Las dos tienen en común varios factores, en ellas habitan salvadoreños, con rasgos físicos parecidos, que salen a trabajar desde temprano. Con tantas similitudes, la respuesta al porqué en tiempos pasados nadie de la Iberia podía cruzar el túmulo y viceversa es simple: la Concepción es territorio del Barrio 18.
La división no es solo para las pandillas, en la Concepción ante la mirada de Lucas se presenta Lucas 3, el oficial que tiene a su cargo la seguridad de los habitantes de la comunidad.
— ¿Él también es Lucas?
— Todos somos Lucas
Es parte de las medidas de seguridad que adoptan los militares, ninguno se llama por su nombre, en su uniforme no hay nada que los identifique, se hablan por su indicativo, que, por lo menos en esta zona es Lucas, Lucas 2, Lucas 3, Lucas 4, así hasta abarcar todos los elementos que resguardan la zona.
Los mandos se despiden, cada uno tiene que volver a sus operaciones, Lucas encamina el recorrido de vuelta al pequeño cuartel donde en un inicio dio las primeras instrucciones, y agregará otro dato, las casas que utilizan los efectivos militares han sido donadas por familiares de personas que han sido asesinadas en la comunidad.
¿El balance de su presencia? Lucas desvía la mirada hacia el final de la calle, asegura que la zona ha cambiado, aunque hay mucho trabajo por realizar. La pandilla se innova de forma periódica, ya no se tatúan, tratan de tener una apariencia normal. Hoy la nueva generación opta por características más solapadas.
La marca de lo que algún día fue la Iberia, de sus cementerios clandestinos, de la sangre que fue derramada en sus múltiples pasajes, la última víctima, en agosto del año pasado, Sandra Torres quien fue asesinada en su hogar con arma blanca, aún está presente en la memoria de los ciudadanos. Lo dice un taxista de la terminal de oriente “tengo ratos de no hacer viajes a la Iberia”, quizá algún día se anime, pero no será este día, ni en los próximos, el estigma de la Iberia es como una mancha perenne, que solo el correr de los años podrá borrar.
Mañana será otro día en la Iberia, el ajetreo de las personas y el comerció volverá, también volverán “los Lucas” a recorrer desde el pasaje las Orquídeas hasta el Crisantemo de la comunidad.
Si continuarán más tiempo o no, será decisión del ejecutivo, pero mientras no se conozca la resolución, seguirán con el plan que denominaron Nuevo Amanecer en la Iberia. Uno que esperan, que algún día sea, sin muertos y sin extorsiones.
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