De sobra es conocido que a partir de los años 80's se creó una nueva versión de la Iglesia enfocada a la juventud y que se manifestó en la forma de lo que ahora conocemos como grupos juveniles en las parroquias.
A raíz de las grandes dificultades de los jóvenes por mantenerse desligados de la milicia y la guerrilla durante los años de la Guerra Civil en El Salvador y el ejemplo de otros países en sus esfuerzos de llegar a la realidad de los jóvenes de una manera más directa y responder así a sus verdaderas necesidades, los sacerdotes y religiosas buscaron dar una respuesta a las inquietudes de la juventud, su formación en la fe y su derecho a la libre asociación en los tiempos de crisis. Diferentes congregaciones en base a la experiencia de sus fundadores,empezaron a colocar los primeros cimientos de los que hoy sería la representación más palpable de una Iglesia renovada y joven.
Como fruto de la Conferencia Episcopal de Santo Domingo, donde se concluyó una adición al método utilizado en las Conferencias anteriores (Medellín y Puebla) conocido como "Ver, Actuar, Juzgar" ahora incrementado con el "Revisar y Celebrar", se recalca la dirección de la responsabilidad la Pastoral Juvenil que entonces se convierte en el principal ente de trasformación de la realidad nacional que se vive.
La mayoría de fundadores de estos grupos juveniles enfoca el estilo de evangelización práctica antes mencionado para proporcionar un cambio histórico-social real y visible en consecución con la fe y las nuevas visiones de la Iglesia referente al trabajo de laicos como apoyo a los religiosos consagrados y el principal aporte de la juventud a la transformación de la sociedad y la construcción del Reino de Dios a través de la proyección social.
Al encontrarnos ahora en una edad de maduración de estos grupos y cuando las condiciones del entorno han cambiado es importante analizar las causas origen y la aplicación y compatibilidad con la realidad de hoy. Si bien, al estilo de cada congregación, estos grupos buscan dar al joven una opción diferente a la que ofrece la moda, los medios de comunicación, la violencia de todo tipo y una vida sin fe, en la actualidad la mayoría de ellos se adhieren a un patrón de consumo encaminado a conservar la idiosincrasia que les diferencia uno de otros y que a su vez a través del tiempo ha hecho de estos espacios un lugar cada vez más reducido, exclusivo y menos universal.
De cara a la necesidad de una nueva respuesta ante la sociedad y la pérdida de las raíces históricas por la que los grupos juveniles fueron creados, es conveniente revisar por medio del método de Santo Domingo, un vistazo a las nuevos desafíos que enfrentan los jóvenes como la palanca principal de la generación de cambios en el entorno social al que pertenecen. Rescatar principalmente la acción social como medida de fuente de transformación de los anti-valores y estructuras sociales injustas y marcadas es un reto para que estos grupos retomen la visión general por la que fueron conformados como verdaderos Siervos de la comunidad y los verdaderos destinatarios de estos proyectos de vida que se han proliferado a través de estos años.
Los tiempos siguen siendo difíciles, las condiciones de vulnerabilidad ante el ataque no solamente físico sino psicológico, moral y religioso a las que son expuestos los jóvenes no es un secreto y son notablemente similares a las que existían entonces. Quizá sean los grupos juveniles uno de los primeros pasos a fortalecer la adquisición de valores para una vivencia de mejor calidad dentro de la sociedad. Quizá sean un modelo de prevención ante los problemas sociales que ahora se perciben o simplemente un factor dentro de la compleja transformación que se necesita para obtener la verdadera libertad y condiciones de vida que serán más adelante el mundo que se presentará como reto a transformar para los jóvenes del futuro. Porque las soluciones hoy las tienen los jóvenes como en el futuro las seguirán teniendo.
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Yami Flores.
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