lunes, 27 de julio de 2009

076. Neoliberalismos en America Latina

El neoliberalismo, tal como se entiende en América Latina, es una concepción radical del capitalismo que tiende a absolutizar el mercado hasta convertirlo en el medio, el método y el fin de todo comportamiento humano inteligente y racional. Según esta concepción están subordinados al mercado la vida de las personas, el comportamiento de las sociedades y la política de los gobiernos. Este mercado absoluto no acepta regulación en ningún campo. Es libre, sin restricciones financieras, laborales, tecnológicas o administrativas...

La concepcion del ser humano subyacente al neoliberalismo
La injusticia estructural del mundo tiene sus raíces en el sistema de valores de una cultura moderna que está teniendo impacto mundial. Este impacto llega a nuestros países a través de la tecnología y los sistemas financieros internacionales. Este impacto cultural, al radicalizarse por el neoliberalismo, tiende a valorar al ser humano únicamente por la capacidad de generar ingresos y tener éxito en los mercados. Con este contenido reduccionista penetra a los dirigentes de nuestros países y atraviesa la clase media y llega hasta los últimos reductos de las comunidades populares, indígenas y campesinas, destruyendo la solidaridad y desatando la violencia...

Vemos los aspectos de estos procesos que disminuyen al hombre y la mujer, particularmente en el contexto de la radicalización neoliberal, porque —pretendiéndolo o no— desatan la carrera por poseer y consumir, exacerban el individualismo y la competencia, llevan el olvido de la comunidad y producen la destrucción de la integridad de la creación...

Problemas de pobreza estructural que el neoliberalismo ahonda
El neoliberalismo surge al interior de la cultura moderna y, sin necesariamente pretenderlo, produce efectos estructurales que generan pobreza y que ya han estado actuando desde mucho antes del auge neoliberal en la década de los ochenta. Estos factores son, entre otros, la iniquidad o injusticia en la distribución del ingreso y la riqueza la precariedad del capital social y la desigualdad o la exclusión en las relaciones de intercambio.

La mala distribución de la riqueza y del ingreso
La iniquidad económica o desigualdad social no permite a casi la mitad de los habitantes de Latinoamérica y el Caribe, alcanzar las condiciones materiales necesarias para vivir con dignidad y alcanzar el ejercicio efectivo de sus derechos.
El neoliberalismo, hoy día, al oponerse a la intervención redistributiva del Estado, perpetúa la desigualdad socioeconómica tradicional y la acrecienta. El neoliberalismo introduce el criterio de que solamente el mercado posee la virtud de asignar eficientemente los recursos y fijar a los diversos actores sociales los niveles de ingresos. Se abandonan así los esfuerzos por alcanzar la justicia social mediante una estructura progresiva de impuestos y una asignación del gasto público que privilegie a los más desfavorecidos; y se dejan de lado intentos por la democratización de la propiedad accionaria o la reforma agraria integral.

a) Los mercados sin control social
Con la entrada del neoliberalismo se han acentuado los desajustes que produce en la sociedad la actuación del mercado que no está bajo control por la sociedad civil y el Estado. En efecto, al descuidar la producción de capital social el mercado queda al servicio de los más educados, de los que poseen infraestructura y ponen las instituciones a su servicio, y de los que concentran la información. Al establecer la desregulación laboral y financiera, el mercado traslada fácilmente el valor producido hacia núcleos de acumulación nacional e internacional.

b) El neoliberalismo y la crisis social general
Estamos peligrosamente empujados por una cultura que radicaliza la ambición por poseer, acumular y consumir…En todo el continente se percibe un rompimiento general de las sociedades, que tiene múltiples causas y aparece en la inestabilidad de las familias, las múltiples y crecientes formas de violencia, la discriminación contra la mujer, la destrucción del medio ambiente, la manipulación de los individuos por los medios de comunicación, hostigamiento al campesinado y las comunidades indígenas, el crecimiento de ciudades inhóspitas, la pérdida de legitimidad de los partidos políticos, la corrupción de los dirigentes, la privatización del Estado por grupos con poder económico, la pérdida de gobernabilidad del aparato estatal, la penetración de consumos alienantes como la droga y la pornografía, la complejidad de procesos de secularización y de búsquedas espirituales que prescinden del compromiso comunitario y de la práctica de la solidaridad.

El neoliberalismo exacerba esta crisis al llevar a la desaparición del bien común como objetivo central de la política y la economía El bien común es sustituido por la búsqueda de equilibrio de las fuerzas del mercado. Contrariamente al pensamiento social de la Iglesia que considera que debe haber tanto Estado cuanto lo requiera el bien común, el neoliberalismo plantea escuetamente que lo mejor es tener menos Estado, tanto cuanto se requiera para el buen funcionamiento macroeconómico y para el impulso de los negocios privados...

En este horizonte donde lo público tiende a desaparecer, los partidos políticos como propuesta de construcción de sociedad y de nación pierden razón de ser. La competencia política y administrativa se reduce a demostrar que el candidato o el presidente es el más capaz para crear las condiciones exigidas por el juego abierto y libre de los mercados. Unos y otros subordinados a programas de ajuste y apertura, impuestos por las mismas necesidades internacionales de los mercados.

No es de extrañar que, en este contexto, donde la comunidad es irrelevante y el bien común inútil, la violencia se acreciente, la producción y el consumo de droga se disparen, y se refuercen los elementos más contrarios a la realización humana contenidos en la cultura actual, mientras se dejan de lado los aportes más valiosos de la posmodernidad…

Tareas que debemos emprender
Ante esta realidad, contraria a la obra del Creador, una exigencia de la fe, para que Dios pueda ser Dios entre nosotros, nos llama a resistir a dinámicas que destruyen a nuestros hermanos y hermanas y a trabajar con muchos otros en un cambio, para contribuir a construir una sociedad más cercana al Reino de solidaridad y fraternidad del Evangelio. No importan los costos que tengamos que pagar en esta determinación. No tenemos alternativa. Es nuestra lealtad con el Señor Jesús la que está en juego.

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:: Provinciales SJ de Latinoamérica, 1996.

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