No sólo dan pena; cólera, además. Es una vergüenza que El Salvador se vea como el país donde quien quiere se burla de las autoridades. Eso sucedió con Majano Araujo, Carlos Perla, Raúl García Prieto, Nelson García, Mario Belloso y Roberto Silva. Todos se escaparon, escondieron y algunos evadieron procesos judiciales; otros aún son prófugos.
Sin embargo, lo sucedido el jueves 4 de diciembre en las bartolinas del Centro Judicial "Isidro Menéndez" supera con creces las historias de estos personajes por varias razones. Primero porque no fue uno el que huyó, sino trece; segundo, porque estaban bajo la "vigilancia" de nueve custodios; tercero, porque los "vigilantes" no se dieron cuenta de nada hasta que un ciudadano lo informó a la Policía Nacional Civil. Ahora, el "Trece" y el "Crazy" tienen al cuerpo de cabeza buscándolos como Bush todavía quiere encontrar a Bin Laden, sin saber por dónde.
Era una cuestión de lógica simple. No se puede sacar a estos individuos altamente peligrosos de un penal de máxima seguridad y ponerlos en una bartolina tan precaria y fácilmente vulnerable. No se requerían cuatro dedos de frente para darse cuenta que, en aras de evitar lo que pasó, se necesitaba un fuerte apoyo policial para completar una vigilancia a la medida, intensiva y constante. Bastaba un poco de profesionalismo e iniciativa para coordinar esfuerzos.
Pero era pedirle mucho a un sistema de justicia débil y corroído por todos lados comenzando por su cabeza, aunque salvo alguna excepción. Los fugitivos tampoco precisaron de análisis sesudos para planear el escape. Seguro que con ver algún capítulo de Los Picapiedra u otra serie infantil podían pensar cómo hacerse de una sierra para cortar los barrotes, conseguir suficiente ropa, armar un lazo hechizo y huir. Todo eso, más la ingenuidad de los custodios o su complicidad, era lo que necesitaban para que la fuga funcionara a la perfección. Como pasó.
Ahora, cuando el mal está hecho, lo que resta es que se investigue y se sancione a todos los responsables: desde el jefe de las bartolinas hasta quien taló el árbol a las diez de la noche. También deben tomarse las medidas necesarias para evitar que se repita un hecho similar.
Este 9 de diciembre comenzó un proceso judicial contra Carlos Mojica -"el Viejo Lin"- y otras 64 personas acusadas de asesinato y agrupaciones ilícitas. El juicio, que podría durar toda la semana, inició sin refuerzo policial para evitar otra desbandada.
Ojalá que la canasta navideña de delincuentes no incluya también a estos imputados, porque es intolerable que las instituciones salvadoreñas lejos de infundir respeto provoquen pena, cólera y también alto riesgo a víctimas y testigos. Por menos renuncian en otros países.
:: Idhuca, Diciembre de 2008.
Sin embargo, lo sucedido el jueves 4 de diciembre en las bartolinas del Centro Judicial "Isidro Menéndez" supera con creces las historias de estos personajes por varias razones. Primero porque no fue uno el que huyó, sino trece; segundo, porque estaban bajo la "vigilancia" de nueve custodios; tercero, porque los "vigilantes" no se dieron cuenta de nada hasta que un ciudadano lo informó a la Policía Nacional Civil. Ahora, el "Trece" y el "Crazy" tienen al cuerpo de cabeza buscándolos como Bush todavía quiere encontrar a Bin Laden, sin saber por dónde.
Era una cuestión de lógica simple. No se puede sacar a estos individuos altamente peligrosos de un penal de máxima seguridad y ponerlos en una bartolina tan precaria y fácilmente vulnerable. No se requerían cuatro dedos de frente para darse cuenta que, en aras de evitar lo que pasó, se necesitaba un fuerte apoyo policial para completar una vigilancia a la medida, intensiva y constante. Bastaba un poco de profesionalismo e iniciativa para coordinar esfuerzos.
Pero era pedirle mucho a un sistema de justicia débil y corroído por todos lados comenzando por su cabeza, aunque salvo alguna excepción. Los fugitivos tampoco precisaron de análisis sesudos para planear el escape. Seguro que con ver algún capítulo de Los Picapiedra u otra serie infantil podían pensar cómo hacerse de una sierra para cortar los barrotes, conseguir suficiente ropa, armar un lazo hechizo y huir. Todo eso, más la ingenuidad de los custodios o su complicidad, era lo que necesitaban para que la fuga funcionara a la perfección. Como pasó.
Ahora, cuando el mal está hecho, lo que resta es que se investigue y se sancione a todos los responsables: desde el jefe de las bartolinas hasta quien taló el árbol a las diez de la noche. También deben tomarse las medidas necesarias para evitar que se repita un hecho similar.
Este 9 de diciembre comenzó un proceso judicial contra Carlos Mojica -"el Viejo Lin"- y otras 64 personas acusadas de asesinato y agrupaciones ilícitas. El juicio, que podría durar toda la semana, inició sin refuerzo policial para evitar otra desbandada.
Ojalá que la canasta navideña de delincuentes no incluya también a estos imputados, porque es intolerable que las instituciones salvadoreñas lejos de infundir respeto provoquen pena, cólera y también alto riesgo a víctimas y testigos. Por menos renuncian en otros países.
:: Idhuca, Diciembre de 2008.
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