La Navidad que se aproxima nos recuerda nuevamente el nacimiento del que vendría a traernos una nueva promesa de Dios para su pueblo, una noticia esperanzadora y buena nueva que nos renueva y nos llena de regocijo.
Celebrar con regalos, una buena mesa, pólvora y familia siempre son las opciones más escogidas por las personas de clase media y alta. Recordar que nació aquel niño Jesús de condición humilde y celebrarlo alrededor de un árbol de navidad compartiendo con los seres queridos es sólo una parte del objetivo de estas fechas para las personas que nacieron con su estrella y su pan bajo el brazo, sin embargo, es necesario recordar que ese bebé nació sin comodidades, creció bajo el cuidado de personas de bajos recursos y sin tener absolutamente nada, devolvió la dignidad al sector marginado de la sociedad.
El nacimiento de Jesús fue la fuente por la que llegó un nuevo tipo de libertad para todas las personas condenadas a padecer por la desigualdad, la injusticia, el hambre, las enfermedades y el dolor, conmemorarlo en estas fechas también es querer comulgar con esta idea en la que participo para dignificar a todas las personas y en las que se hace totalmente necesario no sólo pensar en lo que debo cambiar sino en procurar que las mínimas condiciones para una vida digna lleguen a estas personas.
Nadie se siente responsable de la comida que no llega a los hambrientos, del techo que no cubre a los que tienen frío, del consuelo que no llega a los afligidos. Desear y trabajar en un regalo de Navidad que sirva para la autorrealización de todas las personas debería ser ese compromiso de todo aquel que conoce el verdadero motivo de estas celebraciones. Procurar que todos puedan sentarse a la mesa y tengan su “con qué” y que esa brecha entre ricos y pobres se parezca menos al purgatorio cotidiano y más a una civilización cristiana no es una obligación solamente de los Gobernantes. ¿Qué es un cambio grande sino un cúmulo de cambios pequeños? ¿Cuáles son los aportes de tamaño despreciable al procurar cambiar un sistema violento, injusto, de odio y esclavitud?
No hay mayor ejemplo que el del amor, como dijo Pablo a los Corintios, el amor no es egoísta, nunca se alegra de lo injusto, solo se goza en la verdad. Si el nacimiento de Jesús fue realmente un regalo de amor, entonces el regalo principal que debe sentarse en nuestras mesas en estas celebraciones es ese amor incondicional hacia nuestros hermanos y preferentemente hacia aquellos que ahora se despiertan con la sensación de que se acerca la Navidad pero no para ellos.
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Yami Flores
Celebrar con regalos, una buena mesa, pólvora y familia siempre son las opciones más escogidas por las personas de clase media y alta. Recordar que nació aquel niño Jesús de condición humilde y celebrarlo alrededor de un árbol de navidad compartiendo con los seres queridos es sólo una parte del objetivo de estas fechas para las personas que nacieron con su estrella y su pan bajo el brazo, sin embargo, es necesario recordar que ese bebé nació sin comodidades, creció bajo el cuidado de personas de bajos recursos y sin tener absolutamente nada, devolvió la dignidad al sector marginado de la sociedad.
El nacimiento de Jesús fue la fuente por la que llegó un nuevo tipo de libertad para todas las personas condenadas a padecer por la desigualdad, la injusticia, el hambre, las enfermedades y el dolor, conmemorarlo en estas fechas también es querer comulgar con esta idea en la que participo para dignificar a todas las personas y en las que se hace totalmente necesario no sólo pensar en lo que debo cambiar sino en procurar que las mínimas condiciones para una vida digna lleguen a estas personas.
Nadie se siente responsable de la comida que no llega a los hambrientos, del techo que no cubre a los que tienen frío, del consuelo que no llega a los afligidos. Desear y trabajar en un regalo de Navidad que sirva para la autorrealización de todas las personas debería ser ese compromiso de todo aquel que conoce el verdadero motivo de estas celebraciones. Procurar que todos puedan sentarse a la mesa y tengan su “con qué” y que esa brecha entre ricos y pobres se parezca menos al purgatorio cotidiano y más a una civilización cristiana no es una obligación solamente de los Gobernantes. ¿Qué es un cambio grande sino un cúmulo de cambios pequeños? ¿Cuáles son los aportes de tamaño despreciable al procurar cambiar un sistema violento, injusto, de odio y esclavitud?
No hay mayor ejemplo que el del amor, como dijo Pablo a los Corintios, el amor no es egoísta, nunca se alegra de lo injusto, solo se goza en la verdad. Si el nacimiento de Jesús fue realmente un regalo de amor, entonces el regalo principal que debe sentarse en nuestras mesas en estas celebraciones es ese amor incondicional hacia nuestros hermanos y preferentemente hacia aquellos que ahora se despiertan con la sensación de que se acerca la Navidad pero no para ellos.
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Yami Flores